sábado, 28 de marzo de 2009

Capítulo Nº Veintiuno.

Desenfreno de Frenesís.

Claro, no podía contradecir al señor lee mentes. Pero... ¿acaso era posible de que Jeremy estuviera aquí por mi y no por Dilan?...Mm. que confuso, no me encajaba. Deje de pensar en ello pues estaba poniendo de los nervios a Dilan. Que cada un minuto me preguntaba que era en lo que pensaba.

- Nada, solo boberías - Mentía para tranquilizarlo.

- Esto de no poder leerte el pensamiento es una tortura.- Dilan se movía de un lado a otro.

- Bienvenido a mi mundo,- dije en son de broma.

- No es gracioso Cathlen.

Suspire. Su humor había decaído considerablemente ante su facultad de leer mentes.

- Dilan...

- Si.

- ¿Donde estuviste ese día...cuando me dejaste solo en aquella cueva?

Se encogió de hombros.

- ¿Te has enfadado?-. La verdad es que si estaba un poco molesta. Lo había extrañado, aparte el no saber donde estaba o si estaba bien me estaba matando.- Lo siento.- susurro.

- ¿Pero.. Donde fuiste?

- Fui a ver a Amber.

Se me pusieron los pelos de punta.

- ¡Porque has hecho eso!, ¡Pudo haberte hecho daño!

- Tranquila Cathlen. Tenía que dejar algunas cosas en claro. No estoy dispuesto a perderte por sus caprichos. Y fui para... para hacer un trato.- Dilan se encogió de hombros, pues sabía que se avecinaba un regaño peor. Pero no dije nada, para que continuara con su absurda historia.- Si ella te dejaba en paz... yo me entregaría.

Sentí como la sangre se me venía toda a la cabeza de una. Me entraron unas ganas de golpear a Dilan hasta el cansancio.

- ¡¡Como se te ocurre!!

- Calma, calma.

- ¡¡No, es que eres... uhhhfffs!!

Tomo de mis manos y acerco su rostro al mío. Sentí su aliento cerca de mí, intentando quitarme el aire. Me fui calmando de apoco. Debía de controlarme. Debido a que no conocía del todo mí poder. Y era peligroso exponer a Dilan a el.

- Cathlen debes estar tranquila. Nada malo me pasara. Y no me alejare de tu lado. Menos ahora que esta Jeremy.- Lo mire confusa, que tenía que ver Jeremy en este asunto.- Cuando llegue a la casa de la Tía Marta encontré solo a Kendra. Estaba triste, Lionel se había alejado de ella. Es obvio, si esta con Amber. Asi que la llevé a su casa. Cuando venía de vuelta, me encontré con Jeremy. El no me reconoció. Y yo supe quien era porque vi tu rostro en su mente. Y también lo que pretendía.

Abrí los ojos sin poder decir ni una palabra.

- Cathlen. Se que quieres ayudar. Pero por ahora debes estar al margen. Debes aprender a controlar tu poder y conocerlo a fondo.

Asentí con la cabeza.

- Pero Dilan, Jeremy también esta en peligro de esa bruja.

- Olvídate de Jeremy, el estará bien. Esta respaldado por los del FBI.

Le puse mala cara, ese cuento no me lo tragaba mucho.

- Anda vamos. Tenemos que marcharnos antes de que ese agente de mala muerte aparezca por aquí.

- Dilan...el no te ha hecho nada malo.

- ¡Te parece poco!

- Eso es por lo que Amber le dijo, nada más. El solo me quiere a salvo.

- No Cathlen. El no solo te quiere a salvo. El te quiere a su lado y bien lejos del mío.

- Dilan. Tú sabes que yo te quiero a ti. Y a nadie más.

- ¿Me lo prometes?,- era extraño ver a Dilan dudar de algo tan obvio. Pero quise darle en el gusto y se lo prometí por todo una vida. Sonrío y se lanzo a mis brazos como un niño. Nos besamos como nunca antes. Con pasión y ternura a la vez. Como amaba a ese hombre. El era toda mi vida. Luego de unos minutos de locura y desenfreno Dilan intento liberarse de mis rígidos brazos que le rodeaban por el cuello.

- Debemos irnos,- especulo. Mientras nos seguíamos besando. No conteste a su susurro y me aferre con más fuerza sobre su cuello.- Cathlen...-, volvió a decir.

- Calla Dilan...- La voz apenas me salía, pero no quería alejarme de aquel hermoso ángel. No quería que se liberara de mis brazos. Lo deseaba con todo el ser de mi existencia. De pronto Dilan dejo de luchar contra mis brazos y se quedo quieto.

- ¿Sucede algo?,- dije preocupada. Temí que se disgustara por mi insistencia a tenerlo a mi lado. El soltó una risa por lo bajo y luego suspiro al ver que yo no entendía el mensaje de su rigidez.

- Has utilizado tu poder para no moverme de tu lado...- Dijo con tono gracioso.

- ¡OH!-, claro, no había medido mis pensamientos y el deseo de que Dilan no se fuera de mis brazos estaba en un alocado desenfreno.- Lo siento,- Dije sacando mis brazos de alrededor de su cuello y agachando la cabeza un poco avergonzada.

- No te sientas mal. Por mi, estaría toda una eternidad en tus brazos.

Lo mire conmovida y sonriente. Pero el sentimiento de culpa seguía ahí asechándome. Eso de poder controlar a la gente no me estaba gustando para nada. Si Dilan alguna vez me dejara, yo no podría resistirlo y sería capaz de amarrarlo a mí sin escrúpulos. ¡Pero que era lo que estaba pensado! ¡No! Como tan egoísta. Debería dejarlo ir, dejarlo para que sea feliz, aunque mi vida ya no tuviera sentido. Aunque quedara vacía por completo.

Dilan noto que me había puesto un poco tensa. Se acerco a mí y presiono delicadamente sus labios contra los míos.

- Te quiero,- dijo mientras me tomaba por la cintura. La cabeza comenzó a darme vueltas. El aliento de Dilan era como una bomba de gas. Pero el gas más dulce que se pueda inspirar.

Salimos de aquella casa. La casa era en verdad grande. Intente dejar de pensar en que ese podría llegar a ser mi hogar. Me alegre de que Dilan ya no pudiera leerme el pensamiento. Me monte al hermoso descapotable negro. Ya estaba de noche. Y las estrellas brillaban. Una brisa fría nos mecía. Mientras el auto se deslizaba a una moderada velocidad por la carretera me preguntaba como podría llegar a controlar mi poder. Por que... debía de haber una forma ¿no? Dilan tomo mi mano al ver que me tensaba en el asiento. Mire por el espejo retrovisor y

vi un perro de color café persiguiéndonos. Iba un poco rápido y no tenía indicios de parar.

- Wow, Dilan. Ese perro si que es veloz...- Dije con sorpresa.

- ¡Ah!,- rió estrepitosamente.

Observe a Dilan unos instantes. De un momento a otro su sonrisa desapareció y se puso serio. Me soltó de la mano para colocarla sobre el volante y acelero.

- ¿Que sucede?,- Dije un poco asustada por la velocidad en que íbamos.

- El perro,- Dijo frunciendo el seño.

Me gire para observar a aquel perro de pelaje café. Seguía tras nosotros a una gran velocidad. Era sorprendente. No sabía que podían correr a tal velocidad, casi se comparaba con el BMW. Volví la mirada para verle el rostro a Dilan, que aferraba con más fuerza el volante. Mientras que el velocímetro seguía subiendo cada vez más.

- ¡Dilan nos estrellaremos!

Dilan no saco la mirada de la carretera ni bajo la velocidad. Solo pude escuchar un ¡Grr! de su parte mientras apretaba los dientes y se aferraba al manubrio.

- ¡Maldito agente de mala muerte!,- Gruño furioso.

- ¿Que?, ¡¿Dime que sucede? ¿Jeremy?

- Nos persigue...