viernes, 13 de febrero de 2009

Capítulo Nº Dos.



Incógnitas.


Tomo la carretera principal a una gran velocidad. Intente no demostrar mi miedo y desconfianza. Me preguntaba una y otra vez porque me había subido a aquel auto. Pero no me arrepentía.

- Oh, lo siento no me eh presentado. - Sonrió amistosamente, le devolví la sonrisa. - Mi nombre es Dilan, Dilan Kurt.
- Eh. Un gusto conocerte Dilan. - Baje la cabeza sonrojándome. Pronunciar su nombre sonaba algo extraño y mi corazón se comportaba de una forma extraña.
- Soy uno de los amigos de Thomas, el me envió a recogerte. - Soltó una risa. - Tomo de más y no estaba en condiciones de manejar.
- Valla, muchas gracias por venir. - Asintió con la cabeza sin dejar de mirar la carretera.

Luego de aquella conversación, nos fuimos en silencio todo el resto del camino. Me limite a mirar el paisaje verde, verde, verde, oh valla, café, café, ¡café!. Estúpido campo.

- No eres muy comunicativa que digamos - Me enfade con su comentario.
- Tú tampoco - Dije resentida.
- ¡Ha! Pero es que tu no me conoces. - Sonrió.
Alce la voz como ocho tonos más de lo correspondiente
- ¡Tú a mi menos! - Este tipo sencillamente me sacaba de quicio. - ¿Cuánto falta?
- No mucho - Su rostro se puso serio.

Entramos en un camino de tierra. ¡Wauw es excelente andar en un camino de tierra en un vehículo descapotable!. Dije para mi enfadada, andaba con mi ropa preferida. Una polera descotada color crema con unos jaenes desgastados y mis chapulinas preferidas. El calor era cada vez más ahogante y se juntaba con la tierra. Luego el soltó una carcajada.

- ¿Que? - Dije irritada.
- Eres fácil de descifrar.
- ¿A que te refieres con eso?
- Olvídalo. - Puso sus dos manos en el volante - Solo se que te molesta toda esta situación. - Lo mire sorprendida, no entendía bien lo que me decía. - Llegamos, - especulo.

Observe que la entrada era un gigante terreno lleno de pasto y al centro un camino. Ese era la estancia de mi Tía Marta. Hermana de mi madre. Mientras íbamos sobre ese camino podía ver a lo lejos caballos alimentándose. Observe con atención uno en especial. Era hermoso de color dorado, pero cuando se movía hacía un árbol su color cambiaba a blando plateado. Era muy hermosos. Saque la vista de encima del caballo para mirar a Dilan, quien me observaba fijamente. Me puse roja como tomate y agache la cabeza.
Nos acercamos a una casa gigantesca. Era de color blanco, aunque este no se percataba mucho por el polvo y una enredadera que crecía alrededor de ella.

- Llevaré tus cosas arriba. Ve al patio de atrás. Allí están los muchachos - Sonrió amablemente.
- Vale, gracias. - Me preguntaba como sabia el paradero de los chicos. Nos habíamos demorado mucho. En ese momento vi a Thomas correr hacia mi.
- ¡Cathlen! - Me abrazo fuertemente. - Estas bellísima. Igual que siempre.
- Thomas no a dejado de anunciar tu visita desde que estoy aquí - Vi como se levantaba del suelo. Era alta y el pelo perfectamente liso y largo. Le llegaba a la cintura - Mi nombre es Kendra. - Me mostró una amplia sonrisa.
- Hola Kendra - Le hice un gesto con la mano.

Junto a ella había un chico alto, y musculoso. Su nombre era Lionel. Su nombre era extraño al igual que el de Dilan, podían sonar hasta graciosos. El sol caía. Entramos a la casa.

- ¿Tienes hambre Cathlen?
- Si, thomas - Le sonreí amablemente.

Lionel empezó a discutir sobre los planes de mañana. Estaba todos entusiasmados. Kendra quería hacer paracaidismo, Thomas quería rafteen y Lionel imponía a que debíamos hacer alpinismo. Me entro un pánico al escuchar todos esos planes. En que me había metido. Me gustaba la aventura y sentir ese tipo de adrenalinas. Pero no era capas de manterme a salvo tan solo con un cable.

- Y tu Dilan que quieres hacer. - Dijo Lionel mirándolo seriamente.
- Da igual Lionel. Cualquier cosa esta bien. - Los ojos de Dilan se deslizaron a los mios y Lionel le siguió la mirada hasta llegar a mi.
Kendra noto el ambiente y me pregunto.
- ¿Cuál te gustaría hacer Cathlen?- Oh no, mala decisión.
- Creo... que.. Cualquiera estaría bien.
Todos a excepción de Dilan se echaron a reír. Todos notaron mi pánico a cualquier actividad.

Pedí permiso y me levante de la mesa. Estaba un poco molesta. Salí de la casa echando patadas sin rumbo. Me dirigí al sendero que se encontraba en la entrada, todo estaba oscuro y silencioso. Solo podía oír un sonido. Como si alguien más anduviera por mi alrededor. Comenzó a correr una brisa fría que hicieron que se me pararan los pelos de punta. Camino como unos diez minutos sin saber en realidad hacia donde me dirigía ya que no podía ver nada.
Sentí un estruendo de lejos y me entro el pánico, escuche pasos despavoridos que venían hacia mi, pero no era un sonido de personas. Sentía voces de lejos, intente ponerle atención y me percate de que era Thomas, no le entendía bien lo que decía ya que los pasos se hacían cada vez más fuerte. Hasta que pude comprender. Thomas me advertía que una manada de caballos se dirigían hacía a mi a toda velocidad. Dispuestos a dejarme estampada contra el suelo como puré. Eche a correr por donde provenía la voz de Thomas, pero fue peor, ya ni la oía, solo el galope de los caballos. Me detuve. Mi cuerpo se endureció y tape mi cara con mis manos. Sabía que me alcanzarían de igual forma. Y ni Thomas ni los demás podían hacer nada. Me resigne. Mientras pensaba en mi familia. Una lágrima salio de mis ojos. Y pensé que si no moriría podía quedar con quebraduras. Podía salir de esa. El frío era cada vez más fuerte. Quería que eso se terminaría pronto...