miércoles, 18 de febrero de 2009

Capítulo Nº Cuatro.

Consecuencias.

Era de madrugada y mi estomago gruñía pidiendo alimento. De la rabia anoche no había comido nada. Baje las escaleras cuidadosamente para no despertar a nadie, no quería compañía a estas horas. Solo un rostro quería ver, el de Dilan claro. Anduve por el pasillo para poder llegar a la cocina que se encontraba al final de este. Ahí se encontraban tres puertas, una de ellas pertenecía a la de Dilan, pero no estaba segura de cual era, pase las dos primeras que estaban cerradas. Pero lo ultima estaba entre abierta eche una mirada mientras caminaba en puntillas para mirar. Se sentía la respiración de alguien, era agitada, pero no eran ronquidos. Solo respiración. Intente mirarle la cara y en eso alguien toca mi espalda, salte del susto. Era Dilan.

- No es bueno espiar a la gente - Dijo sonriendo irónicamente.
- Tonto, me asustaste.
- Lo siento. ¿Qué haces aquí? Si es que se puede saber claro - Guiño un ojo.
- Solo vine a comer.
- Jajaja, dale vamos.
Lo mire de reojos y camine hacia la cocina mirando el suelo.
- ¿Qué deseas comer? - Valla aparte de guapo este chico sabía cocinar.
- Unos huevos revueltos. - Le sonreí, como le sonreía a un mozo al pedir mi orden.
Me senté en la mesa redonda que se encontraba al centro de la cocina, mientras que Dilan preparaba los huevos y ponía a hervir la tetera. Me limite a observar todos los movimientos que realizaba, en verdad se veía perfecto. Me lo imagine como mi marido, preparándome el desayuno. El soltó una fuerte carcajada. ¡Ups! Se me había olvidado por completo que podía escuchar lo que pensaba, oh bueno, hasta donde lo creía. Me puse roja como tomate. Me llamo la atención como andaba vestido, era muy temprano para estar levantado. Llevaba puesta un camisa de satín y unos jeans desgastados.

- Te preguntas porque estoy vestido - Me miro a los ojos y enarco una ceja.
- ¿Cómo es que puedes saber lo que pienso?
- Olvidalo, es mejor no involucrarte en eso. - Su voz era forzada.
- Ya estoy involucrada-, dije con seriedad.
- Cathlen, solo olvidalo. - Se estaba enfadando,- Ten, come.
Asentí con la cabeza, pero no olvidaría todo ese enredo. Llegaría a la verdad sea como sea y el escucho mi pensamiento sobre eso. Bajo la cabeza y la recargó sobre sus manos apoyadas en la mesa.

- ¿Y qué quieres hacer hoy? - No se a donde venia su pregunta.
- No lo se. Creo que me quedare en casa, es mejor.
- Pero no puedes quedarte, digo sola. - Se noto preocupado y le mire tenia unos ojos distintos que los de anoche, estos eran verdes claros y no brillaban. Eran los ojos de un chico normal.
- Esta bien. En ese caso, yo también me quedare.- Termino la frase dando un golpe a la mesa con su puño.
- Oh no, no lo hagas por mi.
Me miro sorprendido.
- No lo hago por ti - Enarco un ceja. No sabía si tomármelo mal o que. Este chico si que era raro - Lo hago por mi.- Esbozo una amplia sonrisa.
Los dos soltamos una risa, y lo más increíble es que no sabíamos ni el porque. En ese instante entro a la cocina Thomas. Tenía una cara de enojo. Se había despertado por nuestras risas.

- ¡Valla!. Que hacen despiertos tan temprano. - El tono de su voz era confuso, no sabía si intentaba ser gracioso o era uno más de los interrogatorios parecidos a los que me hacía mi padre luego de una fiesta. Dilan lo observo unos segundos y se sonrío.

- Cathlen tenía hambre, y yo desperté muy temprano y me la encontré aquí. - Dijo Dilan con su voz perfecta. Decidí que era un buen momento para desaparecer de ahí, temía que Thomas empezara a regañarme al igual que mi padre por no despertarlo.
- Bueno iré a darme una ducha, permiso. -, Me levante de la mesa y me dirigí a mi cuarto. Elegí la ropa que me pondría y me fui directo al baño. Cuando termine de encremarme y todas esas cosas baje a la cocina. Ahí me encontré a la Tía Marta, que estaba cocinando.

- Hija mía, puedes terminar tu el almuerzo. Debo salir con urgencia al Pueblo y no volveré en una semana. Discúlpame.
La mire con cara de horror.
- ¡Pero Tía no nos puede dejar solos! - Se seco las manos y camino hacia la puerta.
- Cuídate mija. No veremos pronto. Y cuida de los muchachos.
- ¡Pero! - De nada servía seguir discutiendo. Se monto en el coche y salió.

Dios esto era un gran problema. La Tía Marta nos había dejado solos. A cinco menores de edad y con un chico que lee mentes, grandioso.

- Jajaja, no te preocupes, estaremos bien. - La voz provenía del pasillo, me di la vuelta y ahí estaba Dilan apoyado en una pared. Me di la vuelta para sacar la olla del fuego. No podía creer que desde ahora estaba sola. Deseaba estar en mi casa.

- Tranquila, yo estoy aquí. Contigo. - Dilan me sorprendió aunque no debería.
Se acerco a mi para abrazarme.
- Tu todo sabes no. - repose mi cabeza sobre su hombro mientras sus brazos me rodeaban. Una lágrima me cayó por las mejillas. No estaba triste, era solo que la frustración me agotaba. No soportaba la idea de que algo saliera mal. En el instante en que Dilan roso su mejilla contra mi frente mis frustración desapareció. Me di cuenta en la postura que estaba. Parecíamos novios. Me sonroje. Intente controlar mis pensamientos sabía que el estaba atento ante cualquier cosa. Pero era difícil. Uno no puede controlar los impulsos. Nos separamos unos centímetros. Me miro a los ojos y me susurro.

- ¿De verdad quieres eso? - Agache la cabeza sonrojaba. Su boca era lo que quería. Presiono sus labios contra mi frente y me abrazo más fuerte.
- Bueno te daré lo que quieres. - Mi cuerpo se agarroto y se me olvido hasta de respirar. Mire sus bellos ojos mientras su boca se acercaba lentamente hacia la mía. Todo era tan perfecto. Pero la perfección no existe... ¿o si?