domingo, 15 de marzo de 2009

Capítulo Nº Dieciseis.

Mi amigo... Mi ex-novio.


Unos débiles rayos de luz solar se colaron por entre la neblina gris, - Que extraño este clima, - dije para mis adentros.
Mientras íbamos en picada en una patineta, recordé el motivo por el cual me encontraba "encerrada" en aquella cueva. Maldición, mi poder. Se me había pasado por completo. Sentí algo húmedo que caía por mi mejilla, pensé que era una lágrima, pero no estaba llorando. Mire hacia aquel cielo oscuro, eran unas gotas que el cielo soltaba. Decidí aprovecharme de la situación en la que estaba. Iba a probar si podría oír los pensamientos de Jeremy al igual que Dilan. Me esforcé en concentrarme e ignorar la velocidad en que íbamos. Hice fuerza hasta el punto de arrugar la frente. Pero nada pasaba. Solo oía el crujido de las ruedas sobre el camino de tierra. - Me preguntaba como has llegado aquí. - Eso lo decía Jeremy, pero no lo vi mover los labios. Me quede rígida sobre su espalda, esperando oír algo más. Sabia que le había leído la mente. Y solo necesitaba más práctica y concentración. Intente responderle mentalmente, para asegurarme si también poseía la Telepatía, pero pareció que Jeremy no escucho nada en su cabeza.

- ¡Hey!, ¿Hola?.. te eh preguntado algo. - ¡Maldición!, no podía leerle la mente, su pregunta la había dicho en voz alta y yo alucine con obtener ese poder.
- Oh, disculpa. - Dije con un tono irónico.
- Mm... te pregunte como llegaste a esa cueva Cathlen. - Pf, leer mentes, que tonta era. Toda mi ilusión desvaneció. Quería poder llegar a hacer igual al Dilan, o por lo menos estar a su altura. Me abrume con tal idea. Eso acaso era ¿algo imposible?.
- Es una larga historia... - mentir no se me daba muy bien y menos hacerlo con Jeremy. Pero no quería contárselo todo.
- Pues tengo todo el día.
Puse los ojos en blanco. Sabía que no sería fácil ese interrogatorio.
- Solo ando de vacaciones. - y no mentía, fue a eso a lo que vine a aquel campo, solo que fui a parar a otro lugar. Decidí en reservarme alguna información, por el bien de Dilan.
- Vale vale. Soy un entrometido.

Jeremy se voltio para observar mi expresión. Una roca se atravesó en el camino y paso por debajo de la patineta, haciendo que esta se tambaleara pegando un estruendoso ruido. Por un momento pensé en que la roca había hecho añicos una rueda. Pero la patineta aun mantenía su curso a gran velocidad. Me aferre con más fuerza al torso de Jeremy. Mientras mi cuerpo entero temblaba. La verdad es que andar sobre esa tabla flacucha me ponía de los nervios de punta.

- Jeremy...- me mordí la lengua luego de pronunciar su nombre.
- ¿Que?... ¿vas incomoda?
- No, no.. no es eso.
Se carcajeo por lo bajo.
- Montate a mi espalda, para que descanses tus pies. Estas temblando.
Me sonroje.
- Es peligro...- no alcancé a terminar la palabra cuando Jeremy hablo.
- Vamos, que poca fe me tienes.

Estiro sus musculosos brazos hacia atrás, donde me encontraba mientras soltaba mis endurecídas manos de su camisa, que rodeaban toda su cintura. Las llevó hasta su cuello por sobre sus hombros y me aferre nuevamente a el. Abalanzó mi cuerpo sobre su espalda. Me estremecí cuando me di cuenta que no tocaba el suelo. Estaba rígida como una piedra. El soltó una gran carcajada al notar mi pánico. Aquella risa me recordaba mi vida con el, algo agradable y lejano. Ya había pasado un año, pero el seguía siendo el mismo que yo conocía, ese hombre gracioso, alegre y tierno, aunque su físico había cambiado considerablemente, había desarrollado más musculatura de la que recordaba. Me monte al recuerdo de nuestro ultimo encuentro agradable. En el liceo. Frecuentábamos en el mismo grupo de amigos. Y debido a nuestra ruptura poco agraciada y desagradable de recordar uno de los dos debió dejar el grupo de amigos, y esa fui yo claramente. Mis ánimos bajaron y solo pasaba de la casa al liceo y del liceo a la casa.

- y dime... - dude un momento -, de que quieres hablar conmigo.
- Mm...
Sentí como el viento dejaba de quemarme el rostro, eso quería decir que ya íbamos a una velocidad comprensible, de mi agrado. De un momento a otro nos habíamos detenido Me bajo cuidadosamente de su espalda, mientras yo seguía agarrotada con los brazos rígidos sobre su cuello. El solo sonreía cariñosamente mientras soltaba mis entrelazados dedos. Mire a mi alrededor y me encontré con otro desierto, de hecho ni me sorprendía, estaba en medio de la nada. Pero a un costado de la vacía carretera se encontraba un pequeño supermercado que llevaba por nombre "Linezona". Me causo algo de gracia. Entramos al lugar que tenía un ambiente cálido en comparación con la temperatura de afuera. Nos dirigimos a una pequeña cafetería del supermercado. Y nos sentamos uno frente al otro. Sabía que en cuanto pidiéramos la orden, empezaría la interrogación, y yo como siempre no sabría que decir.