lunes, 23 de febrero de 2009

Capítulo Nº Ocho.

Después del miedo viene el valor.


Amber me miraba con los ojos abiertos de par en par. Nuestras miradas se entrelazaron. Por un momento de segundos, sentí un silencio profundo. Ya no podía oír la discusión que provenía del primer piso. Hasta que Lionel soltó un fuerte grito.

- Dilan, debes concentrarte en lo nuestro. Tu sabes que no estamos aquí especialmente para vacacionar. - Los ojos de mi prima mostraron preocupación y se abrieron aun más. Miro hacia todos lados y camino hacia a mi con dificultad. Se tambaleaba de un lado a otro. Pensé en un momento que se desmayaría así que camine hacia ella, pero desvió su rumbo y se lanzo encima de una pequeña mesa de esquina tirándola al suelo. Sobre ella descansaba un hermoso florero de vidrio, que obviamente se quebró en mil pedasos al tocar el suelo. Enseguida Dilan y Lionel subieron la estrecha escalera.

- ¿Que sucedió? - Lionel miro a Amber con preocupación, mientras la levantaba del suelo. Estaba arta de tanto misterio y miraditas hipócritas. Me dejaban como una estúpida frente a todos. Porque para variar era la única que no sabía nada. El prolongado silencio que se formo fue incomodo y repulsivo.

- ¡Quiero que me digan, que diablos sucede aquí! - Mi voz sonó con tanta furia, que hasta yo quede perpleja. Todos me miraban con cara de asombro. Y se intercambiaban miradas entre ellos.
- Creo que deberías tranquilizarte - La voz de Amber me irritaba.
- Amber. Debemos decirle le verdad. - Amber abrió los ojos de par en par.
Sabía que ya no podían ocultarme más su "secreto", pues ya sabía parte de el.
- ¡Jamás! - Lionel miro a Amber y luego a Dilan. Me ignoro por completo.
Amber se acerco a mi, moderadamente. Con un rostro pasivo. Su voz era como siempre Hipócrita e irritante. Mostrando una superioridad de cultura. Que era en lo que más fallaba.
- Esto no tiene nada que ver contigo Cathlen. Es mejor que te mantengas a un lado.
- Tu no eres quien para aconsejarme - Sus ojos se mostraron desafiantes.
- No es un consejo. Es una orden. Yo estoy a cargo de todo esto. - No entendía en verdad a que se refería con que estaba a cargo de "todo esto". Pero no me iba a quedar callada.
- No permitiré que te interpongas es mis asuntos Amber, ya no más.
- Hay Cathlen. No has cambiado en nada. Sigues siendo esa estúpida chiquilla con esa inocencia fingida. Así no llegaras a ningún lado. No tienes futuro. - Sus palabras me hirieron de verdad. Pero no iba a permitir mostrarme mal. Ni menos llorar. Aunque lo único que quería hacer en ese instante era salir huyendo. Pero no. Debería ser fuerte. Debería luchar, por Dilan. No lo dejaría ir tan fácil, el se había vuelto parte de mi. Y separarme de el, me ocasionaría un gran sufrimiento.
Dilan me observaba atentamente. Y estaba segura de que había oído mis pensamientos.
- ¡Amber basta! - La voz de Dilan era aguda y estruendosa. Tomo mi mano delicadamente y tiro de ella para obligarme a entrar a mi habitación.
- Cuidado con lo que haces Dilan. - La postura de Amber era relajada pero su cuello se veía tenso.
Mire con furia a Amber, esta irónicamente me sonrió con los brazos cruzados. Se dio media vuelta y entro por la puerta de donde salió.
- Dilan. No cometas una locura. Te arrepentirás - Lionel se mostraba preocupado.
- Lose Lionel. Pero no tengo otra opción. - Entramos a mi habitación y el hecho pestillo.
Me acomode en la cama sentándome como indio. El se sentó para los pies. Estaba rígido. Me hubiera gustado poder tocarle, pero no estaba a mi alcancé, y temía que eso le molestara.